febrero 13, 2009

El año que se ahogaron los gigantes






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Todas íbamos a ser reinas.

Gabriela Mistral



El año que se ahogaron los gigantes
nadie tenía una corona
ni un verano con sueños de chiquilla que hablara de los pájaros,
nadie tenía la edad de los naranjos cuando saben a verde
y clavan en el labio su edad escandalosa.

Los ojos de Alfonsina eran todos los ojos
sumándose a las aguas
y amaron toda soledad de golpe
y se supieron hembras.

Se adentraron los silbos en el pelo
mientras el mar dolía en una sola gota,
ya no quedaban muertos que llorar
y no quedaban niños azulando las noches,
las formas de la higuera anidaron los muslos
como frutos austeros que sin pudor se olvidan.

El año que se ahogaron los gigantes
ella amaba la tristeza del árbol
la huella quebradiza de los montes sobre la gravedad del vientre
y otoños que parían cinturas amarillas.
Ella soñaba uvas en la paz del sarmiento
y supo que el poeta era la única verdad sonora,
la tierna obstinación a lo que sangra.

Háblame, Juana, dime en qué lugar
las violetas forman un cimbel de palomas,
en qué segundo el fruto de las torvas riega los helechos
para comprender la llama,
para saberse entera.
Dime, qué animal se trenza al hilo del mistral
y todo es una sola luz que te parte las uñas.

¿Acaso en esta oscuridad me ves,
saben ellas que el lirio es un arma imposible
para matar la lengua de los amores muertos?

Sí, todas íbamos a ser reinas.

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